En este link
encontraréis algunos de los libros que he disfrutado y que recomiendo
encarecidamente. De cada libro os adjuntaré una frase que me
parezca que tenga gancho y un artículo mío o de cualquier otro que
hable de él y/o del autor.
FRASE: "Mi nombre es Karim Amir y soy un inglés de los pies a la cabeza, casi". (Es uno de los arranques de novela que más me gusta).
(Esta vez nos adjunto la crítica del libro. Os adjunto un escrito del
autor publicado en Babelia que a mi me encandiló. Es un grandísimo
escritor y podría ser tu amigo).
Inteligente e ingenioso, siempre anárquico, maldito, rebelde, el pop es
una forma de identificación poco corriente, basada en la creatividad.
Hanif Kureishi afirma en este texto, escrito para
Babelia, que su música ha sido la fuerza cultural más significativa y liberadora desde hace décadas.
Dedicación al placer
HANIF KUREISHI (20/12/2008)
Inteligente e ingenioso, siempre anárquico, maldito, rebelde, el pop es
una forma de identificación poco corriente, basada en la creatividad.
Hanif Kureishi afirma en este texto, escrito para Babelia, que su música ha sido la fuerza cultural más significativa y liberadora desde hace décadas
La semana pasada llevé a mis hijos gemelos de 13 años a ver a los
Black Keys en el Empire de Shepherd's Bush. Los Keys son dos
estadounidenses, uno en la batería y otro en la guitarra, que hacen un
ruido magnífico, impresionante y espectacular.
Esa tarde, mis hijos estaban cansados del día en el colegio; les
preocupaba no tener tiempo de hacer sus deberes de francés y que eso les
supusiera problemas al día siguiente.
"Mira que dejar de hacer los deberes por un grupo de rock", rezongué. "Tendréis que hacerlos mañana en el autobús".
Luego, sin darle mucha importancia, pregunté a uno de ellos qué se le
daba mejor en el colegio. "No te preocupes, papá", me contestó,
reflexivo. "Soy el más guapo".
El pop continúa representando las voces de los que normalmente no son
escuchados y, como tal, sigue teniendo algo de subversivo y obsceno
Los chicos, que pasan de la mayoría de las cosas de adultos, se
mostraron fascinados por el espectáculo. Les pareció una noche "de
morirse" y se dedicaron a observar con atención al guitarrista y al
batería, y a comentar entre sí lo que hacían los músicos. Podría haber
sido la típica experiencia de concierto de rock: moquetas pegajosas, la
cisterna del retrete goteando sobre la cabeza, la gente quitándote el
asiento, el aburrimiento y los nervios de esperar a que apareciera el
grupo, el dolor de cabeza posterior. Pero durante el concierto recordé
una frase de Jann Wenner, el fundador de la revista
Rolling Stone,
que en una ocasión dijo algo así: "Me di cuenta de que la gente de más
talento de mi generación estaba dedicándose a la música, así que yo hice
lo mismo".
Como le ocurría al 'music hall', sus principales cualidades son la vulgaridad, la ingenuidad y el exhibicionismo
Wenner estaba reconociendo la verdad, algo que he sabido desde que
era adolescente. La música ha sido la fuerza cultural más interesante,
significativa, liberadora y sexualmente atractiva de mi época, y la
gente más viva, dotada y seductora se ha dedicado a ella. Por desgracia
para los que son tímidos y carecen de talento.
Ahora, 40 años después de
Sergeant Pepper, Tony Blair no es
el único que rasguea su Stratocaster en las tardes del fin de semana.
Una buena parte de la población masculina mayor de 40 años está
aprendiendo a tocar
Samba pa ti. Acomodados y ya en retirada,
estos hombres despistados pueden dedicar ahora mucho tiempo a las
tiendas de música de Denmark Street y a practicar sus fraseos.
Un amigo mío, escritor de éxito, ensaya con su grupo todos los lunes
desde hace 10 años. Hace poco organizó una sesión con mis hijos y les
enseñó a tocar canciones de los Clash mientras ellos le explicaban
quiénes son The Feeling.
Este hombre tiene muchas dudas, e incluso cosas de las que
arrepentirse. "¿No crees", me dice en serio, casi lamentándose, "que
habría podido estar en un grupo profesional, quizá tocando el bajo? No
soy Hendrix, pero toco tan bien como muchos que sí lo han logrado".
Como la mayor parte de las personas de mi generación, he pasado más
tiempo escuchando música que leyendo. El pop es la forma cultural que
comparto con la mayoría de mis amigos y, desde luego, según estoy
descubriendo, con mis hijos.
Afortunadamente, después de escuchar
hip-hop durante un par
de años, mis hijos se pasaron al rock estadounidense y luego al pop y el
rock británicos. Yo volví a interesarme por la música a través de
ellos. Si no, a estas alturas me daría un poco de vergüenza que me
gustaran The Kooks y The Streets, porque parece que ya soy demasiado
viejo para eso.
Cuando el
music hall murió, después de la II Guerra Mundial,
y reapareció encarnado en los programas de variedades de televisión, la
música pop ocupó su sitio en los escenarios de los viejos teatros.
Durante mis 50 años de vida, este país ha producido sin cesar enormes
cantidades de música de gran calidad, además de absorber y reinterpretar
la música norteamericana y empapar a sus jóvenes de las actitudes
desconfiadas que la acompañan.
El pop es el grito del
intruso que se dirige sin
restricciones a una gran audiencia, ha contribuido más a rehacer la
identidad británica que cualquier otra forma, y todavía sigue lleno del
espíritu del punk.
La música británica siempre ha sido una mezcla en todos los sentidos.
Es una forma democrática y es multicultural; es negra y asiática, de
clase obrera, de clase media, gay y lesbiana. Si hablo con mis hijos de
todo esto, es porque también es su historia y algo que les gustaría
saber y que incluso seguramente deberían saber, como educación
alternativa.
El compromiso y el fervor actuales de los que poseen creencias
religiosas son desconcertantes, impresionantes y temibles, y hacen que
nos preguntemos en qué creemos nosotros. Nuestra falta de una fe así
puede quizá avergonzarnos ligeramente. Sin embargo, si ese tipo de
compromisos está más o menos fuera de nuestro alcance, hay otros que no
lo están, aunque son menos tangibles y autoritarios, menos programáticos
y más relacionados con los sentimientos y la capacidad de expresarnos.
Ahora bien, lo que construye una identidad -tal vez la parte más
importante de ella- es tal vez algo que, como decía The Who, uno "no
puede explicar", que está más allá del refinamiento del lenguaje.
El pop continúa representando las voces de los que normalmente no son
escuchados y, como tal, sigue teniendo algo de subversivo y obsceno. El
olor del sexo barato, las drogas y el alcohol, la desesperación y la
gente que enloquece, nos recuerdan que el pop tiene que ver, en
definitiva, con las cosas más profundas y más importantes: el disfrute
anárquico y el placer corporal.
A diferencia de casi todas las artes, que se vuelven excesivamente
sofisticadas a medida que evolucionan, el pop sigue siendo sencillo y
directo. Como le ocurría al
music hall, sus principales cualidades son la vulgaridad, la ingenuidad y el exhibicionismo.
Por suerte, eso es algo prácticamente imposible de articular ni de enseñar. Pensemos en nuestra reciente furia por definir
lo británico,
para estamparlo en las psiques de los aspirantes a nacionalizarse e
impedir que se conviertan en terroristas. Podríamos hacer que los
inmigrantes recién llegados se sienten en unas cabinas con auriculares y
expliquen por escrito la letra de [la canción de The Beatles]
I am the Walrus.
La Gran Bretaña del pop es el país que comprendo y que me gusta, en
parte porque su música nunca se ha domesticado del todo. El pop, ni
provinciano ni patriótico, es una forma de identificación poco
corriente, que no se basa en el odio, sino en la creatividad.
Al contrario que las identificaciones basadas en la religión o en el
amor al Estado o a su líder, el pop es algo en perpetua transformación,
siempre anárquico, maldito, rebelde, inconformista. Es inteligente e
ingenioso, una permanente descripción irónica de la vida británica
contemporánea.
Hanif Kureishi (Londres, 1954) es autor, entre otros libros, de El buda de los suburbios, Mi oído en su corazón, El regalo de Gabriel, Intimidad y Soñar y contar, editados en Anagrama, que el próximo mes de marzo publicará su novela Algo que contarte. www.hanifkureishi.com. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
Link artículo en El País
OTROS LIBROS QUE RECOMIENDO:
LA CIVILIZACIÓN DEL ESPECTÁCULO, DE VARGAS LLOSA
"X" DE PERCIVAL EVERETT
EL MAL ÁRABE, DE MONCEF MARZOUKI